Desglobalización: ¿Estamos viendo el fin del libre comercio tal como lo conocemos?

En 1817, el economista inglés David Ricardo desarrolló una idea novedosa: los países deberían dedicarse a producir únicamente aquello en lo que son más eficientes y, posteriormente, intercambiar estos productos con otros países por los bienes que necesitan. Durante siglos, el concepto de desarrollo económico había girado en torno a la autarquía, es decir, la capacidad de producir todo lo necesario dentro de las fronteras de un país. La propuesta de Ricardo rompió con este paradigma tradicional.

Esta idea fue adoptada a lo largo de los siglos XIX y XX, y, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se implementaron mecanismos para facilitar el comercio global. Surgieron bloques comerciales —entre los que destaca la Unión Europea—, caracterizados por bajas o nulas tasas arancelarias, lo que permitió el intercambio libre de mercancías en amplias regiones geográficas. Además, el sistema monetario de Bretton Woods, que estableció al dólar americano como divisa internacional, simplificó las transacciones entre países con distintas monedas.

Sin embargo, las políticas adoptadas en aquel entonces enfrentan hoy una crisis que pone en entredicho el futuro del comercio global. En primer lugar, la globalización no ha sido comprendida políticamente en los términos planteados por Ricardo, es decir, como un modelo de división del trabajo a escala mundial. En cambio, ha sido interpretada principalmente como un modelo de multiculturalismo impuesto, que ha fomentado migraciones masivas y la erosión de las identidades nacionales, especialmente en Occidente. Esta concepción de la «globalización» ha perjudicado en muchos casos el comercio internacional y, por asociación, ha influido negativamente en la percepción pública sobre este.

La crítica a la «globalización» —sin distinguir entre aquella que promueve el multiculturalismo y aquella que fomenta el libre comercio— ha generado un resurgimiento del interés por medidas proteccionistas. Los elevados aranceles propuestos por el gobierno americano —y que encuentran eco incluso en países como Ecuador— son un claro ejemplo de esta tendencia.

La otra gran crisis se encuentra en el sistema monetario. Aunque el sistema de Bretton Woods colapsó en 1971, sigue siendo la base sobre la que se sustenta el comercio global. No obstante, el predominio del dólar americano ha servido, en muchas ocasiones, no como un facilitador del libre comercio, sino como una herramienta de aislamiento y represalia política contra países no alineados. Esta dinámica ha generado desconfianza en numerosas naciones, que han perdido fe en el sistema. Y la confianza es, precisamente, el pilar fundamental de un sistema monetario funcional. El surgimiento de los BRICS y el creciente debate sobre divisas alternativas a nivel global amenazan con terminar de enterrar definitivamente el sistema de Bretton Woods.

¿Estamos, entonces, ante el fin del libre comercio? Para quienes consideramos que la idea de Ricardo sigue siendo valiosa, los tiempos actuales resultan desalentadores. Sin embargo, es importante reconocer que la crisis actual tiene causas identificables, las cuales no desmerecen el valor del libre comercio, sino que ponen de manifiesto errores en cómo y con qué enfoque se institucionalizó. Si queremos preservar el comercio global, es momento de repensarlo y reformularlo.